18 octubre 2014

—¡Jajajajaja! Acá se han visto unas cosas en este liceo, si supieras. Nuestros muchachos son conocidos por toditos.

—¡Ay, chico…! Me recordaste a Lorenzo.

—Justo yo pensaba en él en estos días, vale. Ya se va a cumplir un año, ¿no?

—¿Qué le pasó a Lorenzo?

—¿No lo conociste?

—Ay, que en paz descanse —y se persignaba—. Todavía recuerdo que me había dicho que yo tenía que darle clases. Que no me podía ir del liceo sin haberle dado clases. Pobre muchacho…

—Mira, ven acá. Lorenzo era uno de esos muchachos callaíiiiitos que no molestaban en clase…

—Era amigo de mi hijo. Estudiaron desde uff, hace tiempo. Y un día le pregunté a Rubén qué pensaba de él y me dijo que era un nulo… Así, que era un nulo.

—Bueno… Pasa que el pobre muchacho era medio amanerado, ¿sabes? Y los muchachos acá no esperan ni una para meterse con los maricos. Es más, el único que se ha dado a respetar…

—Es Daniel, chamo. Ese pana desde el primer día dijo que era marico y que si tenían algún problema que los esperaba en la salida.

—¿En serio dijo eso? Yo siempre lo vi tan social que creía que no se metían con él por eso.

—No vale, chica. Ése amenazó hasta con unos golpes a Antonio, el muchacho ése alto de quinto año. ¡Bueno! A Lorenzo le estaban quedando muchas materias, ¿no?

—Sí, sí. Casi todas. Pero ese pobre muchacho… Me da tanta cosa con él, que Dios lo tenga en su gloria. Rubén me contaba que nadie hablaba con él…

—Pa mí que ese chamo ya tenía muchos problemas. O sea, si ustedes mismos dicen que no tenía atención por parte de sus propios compañeros, es porque no tenía a un amiguito aunque sea con quien hablar.

—No. Lo arrecho era las palizas que le daban. ¡Ajo! Esos sí eran golpes… Yo vivía cerca de su apartamento y casi todos oíamos en el edificio cómo lo agarraban a coñazo. Lo arrecho era que, en la noche, la señora le contaba todo al marido y ese lo agarraba a palo limpio otra vez. Esos duraban hasta bien tarde.

—Ay, sí… A veces faltaba días y se le notaba demacrado. Pero era un buen muchacho, ¿sabes? Él siempre que me veía me abrazaba, me decía que me quería, que tenía que darle clases. Siempre me daba un detallito. Yo nunca pensé que lo hacía por lo que pasaba en su casa. No sé… Nunca me preocupé mucho por él pero sí le hablaba cuando se me acercaba…

—Seee, mija. Horrible que era. Entonces un día, el chamo empezó a despedirse. A mí me dijo: “Profe, ya va a ver. Ahora sí voy a ser famoso”.

—Yo no vine ese día. Andaba muy enferma toda esa semana y apenas me reintegré fue cuando me contaron. Te juro que sentí que el mundo se me venía encima, más cuando Lorenzo me había regalado unos chocolates la semana anterior diciéndome que me quería.

—No, vale. Si ése se despidió hasta de los señores de la cantina. A mí me dijo que no cambiara la estrategia, que le gustaban mis clases aunque les sacara la chicha.

—No, sí. Ese pasó hasta con la profesora Rosa. Eso fue antes de la entrega de boletas. Sabes que los chamos se ponen cuidadositos y modositos con nosotros antes de la entregas porque ya saben qué es lo que les viene. Pero Lorenzo ya estaba planeando eso, se le notaba. El día de la entrega no vino al liceo porque tenía que cuidar a su hermanito. Un bebé de tres añitos en ese entonces.

—¿Eso fue en su casa, chamo?

—Sí, vale. Entrando la señora al apartamento… Imagínate cómo habrá llegado con la boleta en mano y las 13 materias raspadas de Lorenzo. Me dijeron que le dijo, cuando la vio llegar, que ahora sí iba a estar orgullosa. Y se lanzó por el balcón de la casa.

—Esa señora quedó bien dolida después de eso.

—Sí, sí. Creo que se mudaron. Pero Lorenzo se hizo famoso en el liceo por eso.

14 abril 2014

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El perfume, los labios carnosos y aquél corsé rojo lo resaltaban todo en ella. Era la única oportunidad para conquistarlo. Para hacerse reina de su cielo.

Foto: @xatakafoto

12 febrero 2014

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Dice la gente, que sabe más que yo, que en nuestra Ley RESORTE (Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión) que los medios de comunicación deben dirigir su contenido hacia aquellos que promuevan las valores, la educación y la paz. Sin embargo, esta misma ley también menciona el derecho a la libre expresión de ideas, opiniones y pensamientos, comunicación libre y plural, democratización, participación, solidad y responsabilidad social, soberanía, seguridad de la Nación y libre competencia, con la frase de “prohibición de censura previa” intercalada en la frase.

 

¿Por qué habrían de censurarse los medios de comunicación en nuestro país por decir la verdad? Una cosa es el amarillismo de los periódicos en un país que, aunque nos duela, tiene más de un muerto en un día. Los muertos de una semana cubren fácilmente la cuota necesaria para obtener un aproximado de 24.763 muertes violentas que obtuvimos el año pasado (79 fallecidos por cada 100 habitantes). Si me dijesen que estamos en el top diez de los países más violentos en el mundo, lo creería.

 

Iniciamos el año 2014 con la muerte de la famosa actriz Mónica Spear. Lo gracioso de la situación, si es que se le puede ver lo gracioso, es que ella no vivía aquí; estaba de visita. No podemos esperar que seamos un país que, si bien cuenta con todos los recursos naturales suficientes para hacerle la competencia a cualquier otro en materia de turismo, tenga innumerables turistas paseando por nuestras inseguras calles. ¡Mataron a uno en Margarita! Y todavía hay gente que dice que “hay Patria”, con P mayúscula.

 

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Hoy, 12 de febrero del 2014, estudiantes y demás personas realizaron manifestaciones en distintos lugares del país en contra de todo lo que estamos viviendo: en contra de la violencia, de la inflación de 56-8% que tenemos, de la escasez de productos de 28%. Tenemos dos muertos solo el día de hoy y uno de ellos es un estudiante. Más allá del oficio de esta persona, el salir a la calle solo a mostrar su inconformidad no es motivo para quitarle la vida a un compatriota; como no es motivo asesinar a alguien solo por comer en el mismo puesto de perros calientes por haber pedido que le pasaran la salsa. Aún así, la Ley RESORTE protege la paz mental de los venezolanos al restringir a los medios de comunicación (por no decir censurar previamente) de publicar noticias relacionadas a los hechos violentos en nuestro´país. Todo con el fin de promover la paz.

 

O sea, ahora debo salir de mi casa sin saber de antemano si me pueden matar o no. Y si me matan, mi mamá ni se entera porque los medios de comunicación no le pueden decir que hubo tal o cual ataque en X lugar o que hubo otro muerto diario al conteo de siempre. Mientras tanto, los del Gobierno prefieren sacar un canal de las televisoras internacionales solo por comentar todo lo que sucedió el día de hoy en vez de buscar soluciones, realizar propuestas o simplemente decirle a sus grupos armados que no ataquen. Eso de la libre expresión, democratización, soberanía y demás, se ve bien bonito en el papel, no en la realidad.

 

Ya no podemos decir nada. A nadie. Y duele ver en lo que nos estamos convirtiendo. Ya nuestro país se fue y lo único que nos queda es jugar con las cenizas y las balas o irnos también.

 

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Fotos: El Nacional, María A. Sarmiento (ni idea de si la fotógrafa si es ella) y La Patilla.

18 enero 2014

 

No sabía que se retiraba. Y, de hecho, no he visto este capítulo, pero es una cosita que tengo que buscar solo para ver la cantidad de detalles y personajes que agregan de un momento a otro. Esa pequeña secuencia simplemente es hermosa. Inclusive el sonido me recuerda mucho al estilo de Joe Hisaishi para el OST de Sen to Chihiro no kamikakushi. Es mejor el vídeo de Slate ya que tiene indicaciones de dónde sale cada personaje ♥

01 enero 2014

Todo comenzó con un viaje a autobús a Caracas luego de quedarme sin celular. De hecho, miento, comenzó como todo año nuevo con la familia pero quiero empezar con el autobús. Nos quedamos accidentados apenas a una o dos horas de haber salido del terminal. Teníamos un peaje cerca con su puesto de guardias, uno de algún alfarero y la playa a nuestra vista. Se me había ocurrido la genial idea de darle a esas opciones que Blackberry guarda en la opción de “Ajustes” cuando mi celular dijo:

 

No doy más, ¿sabes? Despiértame cuando tenga un usuario más apto.

 

No quiso iniciar desde entonces y estábamos varados quién sabe en dónde. Fuese como fuese, agradezco no haber estado sola, pues al día siguiente (viajábamos de noche) mi hermano fue a buscarnos. Comimos en casa, descansamos y nos preparamos para buscar un nuevo autobús que nos llevase a la capital, luego de habernos despedido correctamente de una tía con cáncer en las piernas. Llegamos al fin.

 

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Aprendí a revivir mi celular y me preparé para el día siguiente en el que empezaría clases, muchísimo antes de que aparecieran los acontecimientos tan raros de este año.

 

El primero, podría decir, tiene que ver con mi vida laboral: ¿por qué el primero entonces? Porque fue lo primero que comencé a buscar con el inicio del año: el primer call center del año, esta vez para los clientes de Movistar.

 

juramentación venezuela 2013Mientras estudiaba y asistía a un par (¿o una?) semana de capacitación en la que aprendería a utilizar un nuevo sistema para repetir luego, monótonamente, una información a X cantidad de clientes por día, se escuchaban rumores alrededor de mi/nuestro/el Presidente. Ya en diciembre, estando en un pueblito lejos de la tecnología y un periódico actualizado, me había llegado una pregunta que me puso un tanto nerviosa: “¿es verdad que se murió Chávez?”. En enero, decían algunas lenguas, el Presidente se hallaba en Cuba tratándose el cáncer del que padecía. El pueblo confió en que su mandatario volviese sano de su enfermedad, por lo que juramentó por él debido a que este no podía hacerlo por sí mismo: simplemente no podía hacer ese viaje. Para el día del cumpleaños de mi sobrino más pequeño, 23 de enero, Henrique Capriles Radonski desató lo que todos nos preguntábamos: ¿cuándo volverá a hacerse cargo del país que él lidera? ¿Hasta cuándo van a extender el tiempo de juramentación? Ya era difícil estar en un país sin Presidente, del cual no sabíamos si seguía vivo o seguía muerto. Comenzaron las dudas y lo “nada extraño”: una masacre en una cárcel, la de Uribana.

 

Logré pasar el examen de de Movistar, el 6 de febrero, con la nota máxima. Cosa que, y dejo salir mis más maléficas e inútiles intenciones, fue una nota que ni la que sería mi supervisora ni quien sería luego el preparador habían obtenido. Da igual, ya tenía trabajo. Quizás no el mejor del mundo pero trabajo al fin y un ingreso seguro cada 15 y 30 del mes.

 

Volvía a la rutina de levantarme a las 5am, salir a la universidad y regresar a casa ya en la noche. Estaba cursando el primer semestre de Educación en la universidad: pasé todo mi diciembre no solo transcribiendo textos para mis pasantías en Letras sino haciendo también mapas mentales para Educación. Leer a Levinas, Freire, Arendt, me dio nuevas perspectivas con respecto a la forma de ver el aprendizaje y la enseñanza.

 

bólido de cheliabinskMientras yo me quemaba las pestañas por hacerlo todo de forma perfecta, un Papa dejaba su anillo sobre la mesa. Estaba demasiado viejo para el trote. Simplemente no podía competir contra la increíble energía de Pablo II. Benedicto XVI dejó su puesto y dejó boquiabierto a todo el planeta con su renuncia. Los rumores con respecto al fin del mundo volvieron a las bocas de todos con la imagen de un Papa negro, la señal definitiva para la aparición de un nuevo anticristo. El tsunami de las islas Salomón unos días antes a esta decisión y el meteoro que cayó en Rusia días posteriores haría que los más creyentes entrasen en pánico. También estaban los rumores alrededor de un Presidente que supuestamente estaba vivo, que quizás estaba muerto, el cual era fotografiado con sus hijas con un periódico en mano, acostado en una cama de hospital. Era el año de la serpiente y, como una, prometía un año de seducción y quizás peligro.

 

Marzo iniciaba con una guerra civil en Siria y un nuevo supervisor de calidad en el trabajo. Al fin, luego de haber trabajado durante todo el mes de febrero, pudimos cobrar felices y contentos… Pero teníamos encima la amenaza de que ahora debíamos tratar a nuestros clientes con el amor y dulzura que se merecían aunque nosotros fuésemos para ellos tan solo sus trabajadores y ya. Vino el martes 5 de marzo, casi las 4:30pm, y la noticia que haría que más de uno llorase y otros mentasen la madre por el tráfico de esa hora: Hugo Chávez Frías había fallecido. Nos tocó trabajar en lo que el Gobierno había considerado un tiempo de duelo para todos, es decir, no había necesidad de trabajar. Allí sí fue cuando les fuimos imprescindibles.

 

La noticia cayó como un ladrillo para quienes en verdad eran sus seguidores. Aún recuerdo un vídeo en el que tuve que transcribir una entrevista de una hora de duración, del mes de diciembre aproximadamente. A una chica le preguntaron cómo se sentiría si le dijesen que Chávez estaba muerto en Cuba. Pude notar cómo su risa quería esconder sus nervios, el dolor que le subió a la garganta repentinamente. Muchos lloraron como no lo habían hecho. Fue un via crucis que duró 3 días aproximadamente. Algunos decían que ya había muerto en diciembre y que aquellos últimos dos meses habían sido tan solo una maroma y teatro montado por quienes manejaban entonces el Poder Ejecutivo. Y, para no levantar sospechas, dieron la noticia ese día, a esa hora, sin importar la congestión de transportes que causarían, porque ya tenían un cuerpo de cera del Presidente.

 

chávez funeral

 

Era tan real, tan semejante al verdadero, que nadie pensaría que fuese tan solo un muñeco y nadie pondría en duda que el Presidente acababa de fallecer: mostrar el verdadero podría presentar ya algunos síntomas de descomposición. ¿Era esto cierto? No lo sé. Solo sé que algunos venezolanos, fuera del país, celebraban esta muerte como si se tratase del nacimiento del Niño Jesús o la muerte de algún sádico violador que merecía morir. Sí, la celebraban frente a las cámaras de las televisoras. No hace falta decir que esto me dolió tanto como el esguince que tuve en ese mes. Pero el mundo encontraba consuelo en que un Papa argentino, muy noble y sencillo, tomase el anillo que Benedicto había dejado: el Papa Francisco I daría también de qué hablar.

 

Empezaría entonces una nueva temporada de elecciones en el país. Más corta que la anterior pero igual de importante. Nuevamente, Radonski luchó por obtener el puesto que no pudo conseguir en las últimas elecciones: el ángel y la labia de Chávez se lo impidieron. Todos pensábamos que era una victoria segura pues Maduro no era Chávez, ¿quién iba a creer que podría liderar a Venezuela? Se oían rumores, para el mes de abril, de un nuevo aumento de salario y una nueva Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y Trabajadoras (LOTT), mientras yo comenzaba un curso de Coordinación Editorial.

 

Yo, ya cansada de siempre desempeñarme en el mismo trabajo, me presenté para supervisora. No hace mucha falta decir que me rechazaron y que un compañero novato, de apenas un mes de experiencia contra mis dos años de experiencia, me superó en cuanto a relaciones sociales se trata y obtuvo la oportunidad de ser preparador de los nuevos agentes telefónicos. Estuve un poco más, presenté mi carta de renuncia y me fui cuando pude conseguir trabajo en otro lado, en otro call center. Pensé que este, por ser de horario de oficina, me pagarían un poco más. Craso error. Y ahora, de tener una supervisora creída y suficiente, tenía a otra creída, suficiente, maniática e infantil. Mierda. Mierda como el resultado de las elecciones: contra todo pronóstico, Maduro le había ganado a Capriles por una “pequeña” diferencia. Incluso televisoras de otros países podían oler la farsa. ¿Cómo un hombre cuya nacionalidad aún hoy en día se pone en duda, pudo haber ganado unas elecciones que parecían ser de Capriles, quien había logrado obtener una gran cantidad de votos a su favor incluso contra Chávez? Nadie lo sabe, solo que el odio a Tibisay Lucena no fue nada, nada normal.

 

tibisay lucena elecciones presidenciales 2013

 

Pero, más allá de lo laboral y político, mi vida familiar sufrió de un pequeño terremoto: mi sobrina de 17 años estaba embarazada. Y, como todo este recuento, los rumores no se hicieron esperar: unos decían que ella quería irse de su casa con su novio y otros que mi cuñada y mi hermano le dijeron que no podían seguir manteniéndole porque se echaría las bolas a los hombros y buscaría una segunda barriga. No importa cuál era verdad y cuál no, lo importante es que ella se fue, dejando a una madre, una abuela, una amiga y una prima llorando por su ausencia; a una tía hablándole a su hermanita menor de lo que hacía, tratándola como a una adulta capaz de entender lo que sucedía. Lo único bueno de su partida, es que la prima se dio cuenta que su llegada a Ccs no era por motivos académicos ni laborales, simplemente chismográficos y de esparcimiento.

 

BJ70DdFCUAA4bGGMayo llegó sin mayores aspavientos. Más allá de las acusaciones de Capriles contra Maduro y de los nuevos rumores con respecto a la farsa del CNE, la farsa del entierro de Chávez, la farsa que era todo nuestro país, solo me preocupé por seguir trabajando hasta donde podía. El trabajo era muy relajado. Tanto que hasta leer 50 Shades of Gray, mientras atendía a los clientes de la cerveza Regional, era pan comido. Conocer las “artimañas” de una mujer que decía ser nuestra jefa en pro de atormentar a su ex en frente de sus compañeros de trabajo, no me produjo placer en lo absoluto, y era yo a quien ella detestaba por inmadura. Decidí darle término a las cosas e hice una nueva carta de renuncia aunque no tuviese un empleo asegurado. Preferí irme, alejarme de un ambiente de trabajo en el cual era difícil estudiar, en el cual era difícil hablar, en el que simplemente ya no podía estar; no sin adoptar un libro que nadie leía en esa oficina y el cual, estoy segura, ni siquiera extrañan ahora. Sin embargo, este fue el mes en el que Armando Reverón decidió colocar sus pies de forma definitiva en Sábana Grande. Entonces podía verlo cada mañana al ir al trabajo y cada tarde que caminaba hasta el metro camino a casa si no iba a la universidad.

 

Snowden fue el personaje del mes de junio. El que publicase documentos de alto valor y secreto en dos medios de comunicación impresos lo convirtieron en un alto traidor a la nación estadounidense. Ningún país quiso darle asilo para evitar problemas con el titán que es Estados Unidos, pero nuestro presidente, Nicolás Maduro, desde el fondo de su noble y amable corazón, dijo que no haría caso a las palabras del Imperio y que estaba dispuesto a ayudar a este catire buenmozo.

 

Terminé el curso de Coordinación Editorial y recibí una llamada de la Casa de Letras Andrés Bello, luego de haber enviado mi curriculum como posesa a cualquier institución dedicada a las artes en mi país, para dar un taller al mes siguiente. Al menos, luego de haber dejado mi trabajo anterior, se me abría una ventana a una nueva oportunidad aún cuando el paro indefinido universitario amenazaba nuestras vidas y nuestras notas del semestre.

 

cambalache libros biblioteca lpgEn el cambalache de libros de la Biblioteca Los Palos Grandes tuve la oportunidad, bastante torpe a decir verdad, de participar en la entrevista que un periodista de El Papiro Electrónico hacía para la web, enfocándose en el intercambio gratuito de libros entre caraqueños que buscaban algo más que Paulo Coelho para leer. Miss Ayna y The Leo encontraron un libro para ellos e incluso me ayudaron a encontrar uno para mí, pero cayó en mis manos uno que gritaba el nombre de mi sobrina quien, apenas lo recibió, me preguntó si podía rayarlo y tomar nota en él de lo más importante para ella.

 

Me preparé entonces psicológicamente para mi taller de narrativa, a la vez que hacía lo mismo con la perspectiva de dar clases de propedéutico en la Academia Militar. Aprovechaba mi tiempo libre tanto de universidad como de trabajo para asistir a un liceo cercano y hacer mi observación didáctica en él. Ya tenía prácticamente siete meses, pues estábamos en julio, sin tocar mi proyecto de pasantías. No había escrito ni siquiera el “República” con el que iniciaba el membrete de la portada. No. Pero ahí estaba yo escribiendo un trabajo casi metodológico sobre las herramientas didácticas utilizadas por la profesora de Castellano con unos chicos ya considerados “adultos” para recibir una educación convencional: eran chicos que, por diversas razones, no habían podido continuar con sus estudios, por lo que ya tenían más edad al estar en segundo año que aquellos que cursaban el mismo año educativo en una institución pública o privada. Tenían una mentalidad muy diferente a la que yo recordaba de los chicos de liceo: sus problemas no eran solamente el pasar X materia sino también el de buscar la leche para el niño, el de buscar un nuevo empleo para ayudar a la familia, el de entender por qué razón debían aprender qué es una silva y para qué les va a servir en el mundo laboral o en la vida, mientras yo aprendía lo poco que podía de la mano de Carmen Verde Arocha sobre lo que se necesitaba para producir un libro, el cómo llevarlo a las librerías.

 

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Al fin llegamos a mi mes, agosto. A diferencia de los dos años anteriores, estaba en la capital para pasar mi cumpleaños, es decir, que debían darme torta sí o sí. Comencé con el taller de narrativa contando con el apoyo de Miss Ayna y sus intervenciones en cada sesión. Debo admitir que quienes fueron al taller fue gracias a ella, sin contar con el hecho de que aún me faltaba demasiado: no tenía y sigo sin tener la presencia necesaria frente a quienes esperan que yo resuelva fórmulas matemáticas de una dificultad cósmica. También comencé a dar clases en la Academia. No podría decir que me disgustaron ambas experiencias aunque fuesen diferentes: en una podía hablar de diversos géneros narrativos mientras que en otra luchaba porque los chicos supieran la diferencia entre un verbo, un adverbio, un sustantivo y un adjetivo. Ambas experiencias me fueron invaluables. El convivir con cada grupo día a día me hizo apreciar y ver desde otra perspectiva la labor de un preparador. Y, aunque fuese condenadamente estresante por la falta de tiempo, fue satisfactorio.

 

septiembre sapito narutoFue un mes bastante productivo para mí, pues también comencé a trabajar en una taquilla para Ticket Mundo en Santa Rosa de Lima los fines de semana. Aunque debía quedarme hasta tarde si había algún evento, ha sido el trabajo más relajante y cómodo que haya tenido. Estar en un lugar sin un supervisor molestando mi trabajo cada minuto de mis horas laborales, precioso por cierto, con internet libre y la oportunidad de oír música sin que esto afectase mi desempeño, fue el cambio que necesitaba, y un sapito feliz estaba allí conmigo para demostrarlo, guardando en su boca unas moneditas que atraerían la prosperidad.

 

El mes de septiembre no fue demasiado movido. Más allá de terminar al fin mi curso de narrativa pues el propedéutico terminó precisamente el día de mi cumpleaños, seguía trabajando para la taquilla y, a finalizar el mes, recibí una llamada que no me esperaba: a un profesor en un liceo de la Av. Victoria no le convenía el horario que le había tocado, por lo que necesitaban a alguien que cubriese su puesto. Me llamaron a mí. La verdad es que no recordaba haber enviado mi curriculum pues aún no tenía necesidad de hacerlo. Aunque terminase con los cursos, aún tenía la taquilla. Sucede que lo había enviado luego de haber terminado mi trabajo en Movistar. Fue una suerte encontrar algo diferente, aunque me pidiesen ya el plan de evaluación una semana después de haberme llamado.

 

Empecé entonces a trabajar contrarreloj. De lunes a viernes en el liceo y sábados y domingos en la taquilla, sin contar la universidad en las tardes y que tuve que cambiar mi horario para ir a casa de la profesora Carmen Verde por las tardes. Ya sentía sueño a mediodía de mis fines de semana y estrés cada mañana de los días de semana. No fue nada fácil acostumbrarme a la idea de dar una materia fija cada día, a seguir las reglas del liceo, a cuidar mis espaldas con los muchachos sabiendo que tienen al menos dos leyes en su favor, buscar en internet cada párrafo que escribieran para asegurarme que no estaban plagiando. Por esos motivos, sumados al hecho de que no tenía un auto propio y que mi familia parecía estar ya fastidiada de irme a buscar cada vez que saliese tarde, tomé la decisión de dejar la taquilla.

 

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Recuerdo que un día antes de irme, pude ver a un famoso animador de mi país, a Gilberto Correa, comprando una entrada para una función que iba a tener el teatro Santa Rosa de Lima el día siguiente. Por estar un poco estresada y apurada, no me fijé en sus rasgos sino ya luego de ver su cédula de identidad que me pasó junto con su tarjeta de crédito. Se me hizo un nudo en la garganta, por la pena, al tratarle tan indiferentemente. Subí la mirada de la forma más disimulada posible y lo vi: estaba ancianito, canoso, arrugado y delicado. Iba de la mano de una mujer despampanante cuya copa duplicaba la mía. Les entregué las entradas junto con la factura, su cédula y la tarjeta y me dediqué a guardar todo. Ya había pasado mi tiempo de cerrar la taquilla y necesitaba tomar el autobús.

 

Justo cuando llego a la entrada del estacionamiento, para salir de todo el espacio que abarcaba el Colegio Santa Rosa, me encontré a una mujer que quería comprar una entrada para la misma función. Teniendo en cuenta que las mismas podían comprarse por internet y que la obra era para el día siguiente, se me hizo muy incómodo el decirle que no a la mujer usando la premisa de que mi horario de trabajo había culminado. Preferí ayudarla y me devolví a la taquilla una vez más. Mientras instalaba la computadora nuevamente, ella y yo estuvimos hablando del señor Correa y de cómo parecía estar cojo de alguna forma. La verdad, no me había fijado en ello, pues estaba muy ocupada guardando la computadora cuando él se retiraba. Elegí un buen asiento para ella y su familia, le di las entradas luego de pagar y, muy amablemente, me llevó hasta la estación del metro en compañía de su marido. Mi mamá siempre me ha dicho que no acepte las “colas” de desconocidos, pero ella parecía tan sincera y agradecida por mi gesto para con ella, que decidí creerle. Al menos aún sigo viva. El día siguiente fue el evento y no pude verla, aunque sí a Gilberto con su sexy señora. Le entregué las llaves a mi supervisor luego que todo terminase y me fui a casa.

 

IMG02214-20140101-2104También fue el mes que el libro de la profesora Carmen vio la luz al fin. Luego de un año de escritura, de meses de preparación y de correcciones, ya lo tenía listo para bautizar. Miss Ayna, Carmencita y yo tuvimos una pequeña mención en la hoja de créditos que aún siento no merecer. Pero fue mi nombre en tinta lo que me hizo pensar en la posibilidad, quizás cada vez más cercana, de hacer lo mismo algún día. Octubre ya se había ido, dejando tras sí una que otra escasez de artículos de primera necesidad, de papel para medios impresos, de pasajes agotados para algunos Estados del país y la bienvenida al pequeño de mi sobrina, quien ya estaba cerca de dar a luz también a su propio hijo, solo que el suyo no era de papel.

 

Noviembre fue el mes de algunas correcciones apresuradas, entrega de notas, nuevos roces con mis estudiantes, el Miss Universo y el día 9. Ya había oído rumores que de iban a saquear la tienda de electrodomésticos y artículos tecnológicos Daka de Valencia, pero, como siempre los oigo, no les presté mucha atención. Ese sábado me dediqué con mi madre a ver el Miss Universo como siempre, siguiéndole los pasos a María Gabriela Isler en las distintas etapas del concurso, cantando en voz bajita I write sins not tragedies de Panic! At The Disco y emocionándome como poser con el hecho de que Steven Tyler fuese quien le preguntase a nuestra representante: simplemente, lo veía como un buen augurio. Tengo la mala costumbre de tuitear más cuando veo una película que me conmueve o veo alguna película que me conmueve o cuando veo alguna entrega de premios. Con el Miss Universo no hice ninguna excepción.

 

Esta red social fue la que me avisó que mi país parecía estar en llamas. Por un lado, había marchas en distintos Estados del país. Era autoconvocada. No les hacía falta las palabras de Radonski ni tampoco las de Maduro para expresar su inconformidad con el estado actual de nuestros país. Algunos llevaron sus máscaras blancas de sonrisa amplia, la misma que se haría famosa con la película V for Vendetta, mientras otros cargaban con la bandera sobre sus hombros a modo de capa o amarrada a un palo con el cual ondearla. Efectivos de la Policía Nacional Bolivariana se presentaron en cada lugar en donde hubiese una cantidad de gente considerable.

 

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Por otro lado, gracias a las palabras del Presidente, otras personas se dedicaban a hacer algo un poco más egoísta, si se quiere: saquear Daka. Las palabras de “vacíen todo” no se hicieron esperar y más de uno corrió a la tienda para llevarse gratuitamente lo que ellos consideraban que los imperialistas y capitalistas le habían robado al pueblo. Gracias a este acto tan cívico y “maduro”, una señora se hizo famosísima en el mundo de la internet y de los memes. Su cara de excesiva alegría e impresión son las protagonistas de memes de terror a lo The Shinning o unos más simples en donde se le ve llevándose Harina Pan, su correspondiente Blu-Ray y plancha Black & Decker (que es la imagen original), una caja de birras con las cuales celebrar el año nuevo junto a la enorme pierna de pernil que se lleva en el siguiente montaje. La “señora de Daka” recorrió todo Twitter entero, Facebook e incluso su fotografía fue colgada en una biblioteca colombiana con la inscripción de “No sean como la vieja saqueadora y recuerden registrar los libros antes de llevárselos”. Toda Venezuela se hizo famosa en un día, en apenas pocas horas, gracias al buen desempeño María Gabriela, al de un montón de venezolanos enmascarados y al de una señora de greñas levantadas con 3 cajas en sus brazos.

 

A pesar de todo esto, mi familia había recibido una noticia el día anterior que eclipsaría todo lo demás: mi sobrina dio a luz. Un nuevo miembro de la familia, varón, había llegado al fin al mundo, a un país lleno de incertidumbres, dudas y escasez, pero llegó a fin de cuentas. César Eduardo no podría ser ni más amado ni más precioso tanto a los ojos de la familia de la madre como la del padre. Y, aún así, se volvía a su manera en un dolor de cabeza también: es hijo de una madre prófuga/desterrada de su hogar y de un padre que parecía ser incapaz de conservar algún trabajo. Pero era un pequeño adorable a fin de cuentas, semejante a su madre, semejante a su pequeña tía de apenas 5 años de edad; con el nombre de su abuelo y de un primo fallecido el año anterior; nacido el día en el que un buen amigo de su madre perdió la vida en una autopista.

 

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De alguna manera, y quizás esté mal admitirlo, soy bastante supersticiosa. Vi que el nacimiento de mi “bi-sobrino” se dio a cambio de la muerte de otra persona en el mundo. Alguien a quien no conocía, en verdad. La primera semana de diciembre, cerca de cumplir el primer mes de nacido del pequeño, comenzó en la oscuridad literal: un apagón vino de repente. Estábamos en casa cuando la luz se había ido pero mi inquietud aumentó al ver que no había luz hacia donde mirase. En los 23 años que llevo de vida siempre he estado bajo el mismo techo, por lo que sé cómo trabaja un apagón de luz en la zona en la que resido: la luz se va en todo el edificio pero el cerro mantiene la suya junto con la Panamericana. Ese día, ni esa carretera tenía un atisbo de electricidad. Nada. La oscuridad total e inminente sobre toda la zona. Como buena farandulera que soy, quise ver en Twitter lo que ocurría. Lamentablemente, mi celular estaba muerto por falta de batería. Cuando la luz regresa es cuando me informo que no fui la única que no veía nada: casi toda Venezuela también. Un apagón producto de un “sabotaje” por parte de los opositores en una central completamente militarizada es la culpable de que al menos 7 estados del país se quedaran sin luz entre media y una o dos horas aproximadamente. Eso fue el 2 de diciembre. Para el 7 de diciembre, que era domingo, había elecciones de Alcaldes por lo que me parecía muy extraño, por no decir “conveniente”, este apagón apenas unos pocos días antes de las votaciones.

 

IMG02098-20131217-1927Tenía esa semana libre en el liceo para corregir los últimos trabajos pendientes de mis chicos debido a que la institución es un centro de votación, así que eso fue lo que hice con excepción del viernes, cuando acompañé a mi madre a su cita oftalmológica anual. Luego de que revisaran sus ojitos operados de las cataratas y de hacer una cola de al menos dos horas para comprar harina de maíz, aunque no nuestra favorita, ella recibió una llamada que hasta el sol de hoy aún la afecta: mi tía favorita, nuestra preciada Germania, había fallecido. Mamá y yo no lo quisimos creer hasta que llegamos a casa. Estaba hecha un manojo de nervios: llamaba a un lado y a otro, caminaba por la cocina, hasta que se sentó en la mesa y lloró. Era verdad. Fueron tres días de duelo para toda la familia, para los amigos y allegados.

 

No era muy cercana a mi tía, pero no cabía duda de que era la mejor persona que nuestra familia tuviese aunque no fuese la hermana de mi madre sino mi cuñada. No me sorprendió que muchos estuviesen ese día para despedirse de ella el 7. Ver a mi madre quebrarse ante su tumba, a mi tío sostener su cabeza entre sus manos a cada rato, era algo que me superaba. Aún así, debía llegar a casa y seguir corrigiendo trabajos, ya que vendrían las elecciones y luego el regreso al liceo, donde ya tendría que entregar las notas definitivas del primer lapso.

 

El domingo 8 de diciembre, cuando César cumplía su primer mes de nacido, muchos prefirieron quedarse en sus camas quizás por flojera o para evitar una nueva decepción: pocos salieron a votar y esta ausencia se hizo notable en muchos centros electorales. El que el país en su mayoría se viese en las manos del oficialismo no fue una noticia, pues ya sabíamos que ese sería el resultado. Nos pusimos el pantalón una vez y continuamos con nuestro día a día, yo con mis muchachos. Ni bien había vuelto al liceo cuando la madre de mi padrino siguió los pasos de mi tía. Al menos, a diferencia de mi tía quien murió por un infarto, esta señora murió de causas naturales. No en vano cualquiera puede llegar a 97 años.

 

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Llegaron las vacaciones y cada quien tomó sus maletas para visitar a sus familias correspondientes. Quien había sido mi primera amiga de la infancia hizo lo mismo con quien sería su nueva familia. Yo retomé el trabajo que ya llevaba bastante tiempo postergando: mi informe. Haciendo lo posible por terminarlo y así graduarme, si bien no con honores, al menos con mi título y una felicitación por hacer algo útil y bueno.

 

El año terminó para algunos mientras que abría un abanico de nuevas posibilidades para otros. Mi país sigue como está aunque ya llegamos al mes de los peores rumores de todos: en el que no encontraremos nada en los anaqueles. Sea como sea, tengo la esperanza de que este año sea mucho mejor que el anterior. Mi lista de deseos empieza con la nota de que Miss Ayna y yo nos graduemos al fin. Eso, al menos, es lo que deseo lograr para este 2014. Bienvenido, señor post-fin del mundo.

 

 

Imágenes (por orden de aparición): enero: yo y VTV; febrero: RPP; marzo: Gina Montaner; abril: VTV; mayo: yo; junio: El Papiro Electrónico; julio, agosto, septiembre y octubre: yo; noviembre: Alejandro Cegarra y yo; diciembre: yo.