29 septiembre 2010

Cuento nro. 4

Proyecto para 6CBP o algo así xD le falta muchísimo trabajo pero no se por qué quiero “colgarlo” así hasta que pueda ver lo que le falta (o le sobra x.x)

24 de Marzo del 2009
Querido Diario:
Hoy fui a la Colonia Tovar con mis amigos y me sorprendió un poco el hecho de que mi mejor amiga me viese con cara de reprobación cuando entré al baño de una gasolinera. “¿Cómo puedes hacer eso?”, me preguntó. ¿Por qué no habría de hacerlo? Necesitaba entrar, de todas formas. “¡Ay no! Qué asco, yo prefiero reventarme a entrar allí. Esos baños siempre son una cochinada”. Desde entonces no dejo de pensar en todas las cosas que nos inculcan desde pequeñas: sentarnos con las piernas cerradas, ponernos un short debajo de la falda (si nos dejan usarla), no jugar con un hombre porque pueden considerarte una “brincona”, no decir groserías, etc. De todas esas cosas, la que me parece natural (y extraña) en muchas mujeres (por no escribir todas, Darío, TODAS) es esa habilidad de entrar a un baño y hacer nuestras necesidades en una posición tan… incómoda, pero bastante útil cuando de “no tocar la tapa de la poceta que eso tiene demasiados microbios, enfermedades y demás” se trata. Y aún habiendo aprendido esto, falta la 2da lección que es totalmente opuesta: NUNCA-ENTRES-A-UN-BAÑO-PÚBLICO.
Baño público… Baño al cual, prácticamente, cualquier persona puede entrar ya que está al alcance de quien sea y abierto a muchas posibilidades más allá de las necesidades fisiológicas. Nunca entres a un baño público porque puede darte una infección, una enfermedad o salir embarazada. ¡Y cuidadito si te sientas! Dios te libre de eso y bla bla bla. Entonces me puse a recordar todos los baños públicos a los que he entrado desde que puedo recordar.
Creo que el primer baño público al que entré fue hace mucho tiempo. Tendría 9 años más o menos. Era la pesadilla de la que todo el mundo huía en cuanto a baños públicos se trataba; incluso en ese momento aún quedaba un raro espécimen perdido en un pueblo alejado de la “civilización”, de la señal telefónica (en serio, mi celular muere cada vez que visito a mis tías) y el Internet: las letrinas.
Ocultas tras tres paredes de barro y una puerta y techos de zinc, Elizabeth se acercó lentamente al baño público del pueblo. Entró. El olor masificado a líquidos sólidos, esas consistencias que surcaban el aire, se escapó por la rendija de la puerta entreabierta y se apoderó de sus pulmones, ese perfume espeso y poderoso, apenas la cerró tras ella. La cerradura consistía en una cuerda atada en un extremo de una manilla rota, que lastimaba apenas se tocaba, y que unía a un aro dudosamente ensartado en el barro endurecido de la pared. Elizabeth intentó no respirar mientras el aire se convertía en agujas que acariciaban sus ojos tan cercanamente que la hacían llorar. El agua la rodeaba como si fuese una isla que busca desesperadamente alejarse del mar. Las rocas y peñascos se encontraban donde sea que ella mirase, pero su número aumentaba a medida que su vista enfocaba poco a poco aquél oscuro agujero que se encontraba en el horizonte. Una cavidad tan grande y profunda que parecía un agujero negro que ocultaba todos los secretos del mar que la rodeaban: los secretos y vidas pasadas que alguna vez se encontraron cerca de aquella boca y terminaron devoradas por ésta. Esa boca conectada a un cuerpo infinito y que puede comer eternamente hasta que, en el momento mas inesperado, libere todo lo capturado y oculte al mundo tras un velo oscuro de vida o muerte, del todo o la nada.
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Cabe destacar, querido Darío, que hice como mi amiga Layla y preferí destruir mi vejiga antes de volver a entrar a ese baño nuevamente. Y aún mis tíos no han cambiado la modalidad sanitaria y esa oscura boca que lo devora todo sigue oculta tras la puertica de zinc, pues no hace mucho volví a entrar por razones ajenas a mi voluntad: había olvidado por completo el recuerdo de aquella primera vez…
Luego de eso he entrado a restaurantes de baño, de carretera, centros comerciales, del colegio, el liceo y la universidad, entre otros que por los momentos no puedo recordar. Recuerdo uno no mayormente especial que encontré durante un viaje con mi hermano:
Era un día soleado cuando Angélica y su novio decidieron visitar a los padres de este último. Aún faltaban kilómetros por recorrer cuando ella le pidió detenerse en una gasolinera para comprar algo de agua, cosas para picar, llenar el tanque del vehículo e ir al baño.
Mientras Carlos compraba algunas cosas en la tienda y un chico llenaba de gasolina el tanque del Volkswagen, Angélica se deslizó por la parte trasera de la gasolinera siguiendo un cartel viejísimo que indicaba el camino a los sanitarios. Le costó un poco poder abrir la puerta pues era algo pesada y estaba muy pegada del dintel: se fijó en las marcas que ésta le ocasionaba al dintel cada vez que se abría y cerraba antes de entrar a la habitación. Estaba lo suficientemente oscuro como para hacerla pensar seriamente dejar la puerta abierta para que la luz entrase; un espejo roto al fondo reflejaba su figura distorsionada y pintaba de rojo su rostro encerrándolo en un corazón atravesado con una flecha; había dos cubículos con sus respectivas puertas que se dejaban caer de sus goznes. Ella miró un momento el recinto antes de entrar decididamente al primer cubículo: todo estaba sucio, incluso las paredes tenían manchas amarillentas de la humedad y el óxido de las tuberías que serpenteaban en el techo. No le importó mayormente el aspecto del lugar cuando escuchó susurros que provenían del cubículo del lado. No había mas nadie cuando ella entró al baño y no escuchó tampoco la puerta abrirse, ¿quién podría encontrarse a su lado susurrando cosas ininteligibles? Pensó que podrían ser las tuberías o el sonido del agua del retrete de al lado. Subió su falda y bajó un poco su panty antes de colocarse en una posición que le permitiese orinar sin necesidad de que sus nalgas tocasen el retrete cuando escuchó los susurros nuevamente: parecía un siseo que se acercaba a su oreja aumentando el volumen. Angélica intentó calmarse y decirse a sí misma que no ocurría nada fuera de lo común: era de día, habían personas allí afuera que podían protegerla de un posible ataque, todo estaba bien, todo estaba bien. El sonido cesó y sus músculos se relajaron un poco permitiéndole expulsar todo el líquido acumulado durante el viaje. Cerró sus ojos sintiéndose cada vez más satisfecha cuando el susurro volvió de forma un poco más audible. “Ayúdame…”. Abrió los ojos y miró hacia arriba a tiempo de ver un largo pelo negro que caía sobre la pantalla que separaba su cubículo del otro y un rostro demacrado y horrible donde las órbitas oculares eran reemplazadas por una membrana oscura y podrida. “¡Ayúdame…!”. Angélica gritó y salió corriendo del baño empujando la puerta con su cuerpo y ocultando sus muslos empapados bajo su falda nuevamente.
Eso fue terrible, Darío. La 3ra cosa que una mujer nunca puede hacer: ir al baño sola. Lo triste de mi caso es tener que explicarle a mi hermano por qué mi pantalón estaba tan mojado. “¡Ah! Es que me estaba lavando las manos…”, le respondí. Mi cuñada me preguntó qué tal estaba el baño y tuve que explicarle que estaba TAN asqueroso y sucio para que respondiese que no iría y que mejor se aguantaba hasta llegar a casa de su mamá.
Otra cosa importante que debes saber sobre los baños públicos, Darío, es que no solamente están allí para responder a las necesidades fisiológicas de las personas, sino también para calmar hasta las más básicas… Incluso las no-tan-básicas. Como por ejemplo ocurrió una vez que unas chicas estaban en un baño inyectándose quién sabe cuántas drogas distintas, las que lo usan para hablar por teléfono o las personas que lo usan para masturbarse o follar a sus parejas o desconocidos.
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Cuando su novio terminó con ella, fue al baño más cercano para secarse las lágrimas: era una tonta por creer que un hombre como él podría amarla y mucho menos pedirle matrimonio. Quizás se estaba acostumbrando demasiado a la idea de compartir más que la cama que terminó por agotar la paciencia de él y su cariño como si fuese un tanque que ella había agujereado sin ayuda.
Seguía llorando frente al espejo intentando calmarse cuando sintió que alguien la abrazaba desde atrás: él había vuelto. Iba a preguntarle qué hacía allí cuando él hizo que se diese la vuelta para quedar frente a frente antes de besarla. Ella intentó separarse de él aún dolida por su rechazo de hace un momento cuando él la apretó contra sí agarrándola fuertemente de la cadera y la espalda. Apenas ella cedió a su beso, él la tomó de las nalgas y la hizo sentarse sobre el lavamanos. Ella subió su vestido dejando sus muslos al descubierto mientras lo tomaba del rostro y lo besaba.
Erika entró al baño luego de haber bebido unas cuantas copas celebrando con sus amigos el ascenso recién obtenido. Abrió la puerta a tiempo de ver cómo un hombre con los pantalones en el tobillo devoraba la boca de una mujer sentada frente a él en el lavamanos moviendo su cadera frenéticamente contra ella.
Pero no todos los baños público están tan sucios (en cualquier sentido), Darío. El de la gasolinera que mencioné al principio estaba muy limpio; tanto que Layla no me creyó cuando se lo dije. Una vez entré al baño de un parque de diversiones y estaba tan limpio, tanto tanto, que olía a tutti fruti. Era una cosa tan impactante en mi experiencia de “catadora de baños públicos” (aunque usted… No lo crea) que por poco contrato a la señora que lo limpió.
He visto baños de centro comerciales sucios, que huelen feo, con dedicatorias amorosas o vengativas escritas en las puertas, espejos e incluso el techo. Una vez vi un baño con fotografías de actores y cantantes de los años ‘50 colgadas detrás del retrete, baños en la vía con mesitas desplegables para que las madres cambien a sus hijos. He entrado a baños de autobuses y restaurantes. Pero de todos los baños, ninguno más público e increíble que el siguiente:
Cuando era pequeña y necesitaba ir al baño, bastaba con salir de casa con un poco de papel higiénico en la mano y buscar el lugar más oculto y alejado entre los matorrales. En ese entonces no me parecía tan extraño, pues éramos tan pobres, humildes e ignorantes que un baño de 4 paredes, un techo y una puerta nos parecía algo totalmente fuera de este mundo.
Vivíamos en un pueblo alejado de la ciudad. Todo en él estaba rodeado de follaje, árboles, rocas y tierra. Era como un pequeño bosque que, con el pasar de los años, fue cediendo parte de su naturaleza para permitirle a sus habitantes edificar pequeñas casitas de barro y zinc.
Cuando necesitaba bañarme la estrategia anterior no servía pues sólo había un lugar con el agua suficiente para limpiar mi cuerpo. Era el único lugar abierto del bosque y tenía una pequeña cascada que crecía de acuerdo a la temporada de lluvia o sequía. Amaba ese lugar: iba con mis primas y nos bañábamos juntas jugando con el agua o hablando de cualquier cosa. Siempre fue así tanto para las necesidades más pequeñas como para la hora del baño. Luego de unos cuantos años me casé y mi esposo me llevó a vivir a la ciudad. Me acostumbré muy rápido a un baño convencional y seguí el ejemplo de mis amigas de no entrar a un baño público o siempre pedir compañía cada vez que las ganas podían más que nosotras mismas.
Hace poco mi esposo y yo regresamos a la casa de mi madre para visitarla. Era navidad. El día anterior a nuestro regreso al hogar, tuve que bañarme de la misma forma en que antes lo hacía por un pequeño inconveniente entre la tubería del baño que le instalamos a mi mamá en su casa. Tomé una toalla y salí. Mis pies aún recordaban el camino y al poco tiempo estaba otra vez frente a ese lugar que hacía tanto tiempo no pisaba. Me desnudé temiendo que alguien me observara y poco a poco limpié mi cuerpo hasta dejar atrás todo el pudor adquirido en la ciudad. Comenzaba a soplar una brisa fría acompañada de gotas de agua: estaba lloviendo. Seguí bañándome buscando calor en el agua que me caía encima pues, por alguna razón, a mi cuerpo le parecía más cálida que aquellas gotas que caían y la brisa llevaba de un lado a otro. Escuché el sonido de unos tambores a lo lejos…
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Imágenes de la película Slumdog Millionaire (2008)
P.D.: Disculpen por esa escena pero es la más cercana a lo que es un baño público :) y que me gusta esa peli, c4r4j0!

4 comentarios:

Prado
30 de septiembre de 2010, 8:16

Woody Allen piensa algo parecido de los baños públicos y los vestidores. Yo lo apoyo.

Saludos.

J.

Yuri Taikatsu
30 de septiembre de 2010, 18:34

oh que fino! que dice el sr allen? =D saludos Prado n.n

Ayna
1 de octubre de 2010, 9:58

:O ¡Por dios! ¿este es el cuento del baño publico de KHAOS? Me gusta :) Se nota la influencia de Cortázar.Es realmente muy bueno.

Yuri Taikatsu
1 de octubre de 2010, 12:29

d cortazar por que? @.@ no se, se m salio todo el mundo ahi :0 kise jugar con eso d los generos un ratito a ver q salia xD y si, ese era el cuento. x eso salio tan largo x.x t lo iba a nviar para q le echaras una ojeada. gachas, ayna :)