01 septiembre 2011

El Wilson (fragmento)

Desde aquel día nunca más supe del Wilson, y la escarcha del olvido terminó por esfumarlo de mi cotidiano pasar. Y solamente hace unos meses suena el teléfono y escucho la voz aflautada de la operadora preguntando: ¿acepta una llamada con cobro revertido del señor Wilson desde Llanquihue? Claro que sí, me apresuré a responder. Y tuve que contener el ahogo cardíaco al oírlo diciéndome que lo perdonara por el desatino, que la culpa era del vino, y que después de aquella noche se tuvo que ir al norte a trabajar en un circo, ayudando a levantar la carpa, alimentando a los animales, en fin, haciendo de todo hasta juntar la plata del pasaje para volver al sur. ¿Y cómo va tu vida ahora?, me atreví a preguntarle, al recordar su cuerpo de cañaveral flectado en el quejido rapero que humedeció mis sábanas. Mucho mejor, me respondió más tranquilo, y agregó con un dejo de irónica tristeza: ahora leo el Clinic y estoy estudiando en la nocturna para entender lo que hablan tus amigos.

 

“El Wilson” en Adiós mariquita linda de Pedro Lemebel

2 comentarios:

Ayna
7 de septiembre de 2011, 20:30

La última frase cumple con eso de "irónica tristeza", aunque es esperanzador el fragmento, demuestra una realidad social que a muchos les cuesta admitir: con respecto a conocimientos es mejor compartir una relación con alguien que este dispuesto a entender porque a la larga sí importa.

Yuri Taikatsu
9 de septiembre de 2011, 4:10

A mi me parece cuchi n,n eso de hacer algo para comprender al otro, quizás no tanto por restregárselo en la cara, sino para hacerle ver que también merece su compañía