17 agosto 2010

Búsqueda 01

Publicado en el 2009

 

La llamé una y mil veces a su casa; le pregunté a nuestros amigos si la habían visto; revisé todos y cada uno de los lugares en los que solía estar: el parque, su casa, la casa de Emilie, el hospital donde trabaja, el café... ¿Dónde diablos se había metido? No fui a trabajar intentando localizarla... Quizás mi jefe me despida o me amenace de hacerlo alegando ineficiencia, insubordinación, incapacidad para el puesto, incompetencia y todas esas palabras de prefijos y letras iniciales similares que tanto le gusta usar en las juntas y sermones que da a sus trabajadores para restregarnos en la cara que es un jefe que lo sabe todo, que es casi un ser omnipotente y culto porque sí y ya. Eso no se discute porque es el jefe... ¡No me jodas!

Había estado con ella tan sólo un momento. La amo, definitivamente. No hay muchas mujeres como ella: mi Verónica. Me gusta todo de ella, y aproveché ese momento para decírselo: "Quiero estar contigo, como tu amante, tu perro, como sea... pero contigo". Verónica se levantó de la cama, se vistió mientras la veía fijamente y me dijo: "Hablamos mañana", e inmediatamente salió del lugar. Luego de eso me fui a mi casa pensando en ella, en su "compromiso" con Daniel, en lo infantil que fue la escena, pero debo admitir que su reacción fue comprensible: estando Daniel de por medio...

Al día siguiente la llamé para verificar nuestro encuentro: quería saber si me aceptaba a su lado de una manera u otra. No contestó el teléfono. La llamé al día siguiente y tampoco lo hizo. Al tercer día decidí buscarla. He preguntado en diversos lugares si la han visto, pero no logro dar con ella ¿es que acaso para pensar en mi propuesta de ser su amante (en un futuro probable podría ser su pareja si se daba cuenta que Daniel era un perro que se montaba sobre todo aquello que tuviera vida) tenía que irse hasta el fin del mundo?

Decidí darme por vencido e intentarlo al día siguiente: tenía 12 horas seguidas buscándola y si quiero encontrarla necesito fuerzas para ello. Me di media vuelta y emprendí el camino de regreso a casa. Entré al edificio a tiempo para detener la puerta del ascensor antes de que se cerrase por completo. Cuando logré abrirla, vi a una mujer que estaba sola dentro de la metálica caja: tenía la mirada fija en el tablero hasta el momento en que entro al ascensor y me mira fijamente.

- ¡Alan! Iba a visitarte justo en este momento... -dijo Verónica.

Entré al ascensor, antes que la puerta volviese a cerrarse, quedando parado junto a ella; ambos frente a la puerta evitando vernos las caras...

- Estuve buscándote todo el día, así como también ayer y antes de ayer, ¿dónde rayos te metiste, Verónica? Me hubiese gustado que por lo menos respondieses mis mensajes de texto -le dije seriamente intentando evitar el tono de reproche.

- Salí de la ciudad a visitar a mi madre. Me llamó porque se sentía sola. Dejé el celular en casa -dijo sin ninguna preocupación.

Claro: ella también tiene una vida. No todo debe girar alrededor de mi persona.

- ¿Qué pensaste de mi propuesta? -dije para cambiar de tema.

- Pues... -el ascensor se detuvo: llegamos en el piso en el que Verónica vive- Alan, creo que no deberíamos hacernos esto. Hay mucho en juego: tú, yo, Daniel, nuestros amigos, nuestra familia... No creo que te guste estar relegado al papel de amante, a ser plato de segunda mesa en vez de ser el primero, de ser el único en mi vid...

- ¡¿A quién le importa lo que los demás digan?! -le dije ya sin poder contenerme... La deseaba tanto en ese momento...- ¡Yo quiero estar contigo!

- Alan, no seas tan egoísta y tan tonto a la vez. Ya no eres un niño, eres un hombre. Deberías saber que esto no te conviene

Verónica salió del ascensor sin volver la mirada hacia donde yo estaba, dejándome dentro del ascensor como si en verdad fuese un niño... Uno indefenso y abandonado. La puerta se cerró y me llevó al piso en el que vivía (ya había marcado el número anteriormente). Salí del mismo y entré a mi departamento. ¿Por qué hiciste eso, Verónica? Por un momento creí que ella aceptaría. Cuando estuvimos juntos sentí como si solamente ella y yo existiésemos en ese momento. Ella y yo, nadie más. No dormí en toda la noche pensando en ella, recordando cuando estuvimos juntos, recordando cuando la vi por primera vez...

Al día siguiente mi jefe me sermoneó como ya predije que lo haría. Mientras él me decía que era Inaceptable mi comportamiento tan Inadecuado e Impertinente (I, I, I, I, I... ¿no existe otra letra en el abecedario?), mi mente divagaba entre pensamientos abstractos que no se mostraban con claridad. Solamente sabía que no estaba de ánimos para soportar al idiota de mi jefe, mi mente pensaba en ella. En Verónica...

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