17 agosto 2010

When the moon calls me

Publicado en el 2009

 

Como una hiena, evito el contacto a menos que sea necesario: preservar la especie, buscar comida… sólo eso. Abandono muchas cosas y compañeros intentando sobrevivir; intentando preservar mi propia existencia huyendo de todo y todos. Más que huyendo, alejándome de aquellos que nacen manchados y siguen ensuciándose al pasar el tiempo.

Corriendo hacia adelante, siguiendo y creando mi propio camino, devoro aquello que se me interpone; lucho con jaurías de lobos saliendo victoriosa, regocijándome en la sangre de mis enemigos derrotados, alcanzando una posición cada vez más elevada en el escalafón del orgullo, la ira, y la oscuridad. Descendiendo en la escala de lo que antes era, de la naturaleza que me había sido otorgada. Me convierto en una bestia que abandona su pasado y adopta un estado antiguo: el demoníaco.

Carne, sangre y colmillos que buscan desgarrar y destruir. Sangre otra vez: un nuevo animal en el ejército de los caídos. Sublime calma, dulce silencio, delicioso aroma a victoria. Una vez más cumplo con mi trabajo que yo misma adquirí: darle rienda suelta a mis instintos y deseos. Destruir, olvidar y matar es lo único que me causa placer. Lo único que quiero hacer en vez de criar a aquellos que dejé con su incauto y poco significativo padre. Las crías que son obligadas a tener su primera pelea fraternal para sobrevivir, para seguir el mismo camino de la manada o seguir el camino que no se dibuja en cualquier mapa.

Como una hiena maldita destruyo todo a mi paso, olvido a mis cachorros, me convierto en una oveja negra exiliada, me alimento de las entrañas de mis rivales, predicando la religión de la sangre y la muerte. Desdoblándome de la antigua hiena que poco a poco se borra de la memoria, convirtiéndome en una mera sombra de rojizo pelaje. Una hiena que busca una nueva luna; una bestia que no tiene nada que perder, una bestia que busca su propia destrucción de aquellos a los que mandó al averno.

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