18 agosto 2010

Valentine’s gift: café, coco y nueces 3/4

Publicado en el 14-2-2010

Cassandra no estaba satisfecha con su vida: si bien tenía un excelente trabajo en una editorial, un apartamento propio donde huir de todo el mundano ruido de las calles y una cuenta bancaria más o menos decente, no le bastaba. Estaba casada con un tipo alto, apuesto, abogado.
- Sí. Ciertamente sabe usar las palabras –pensaba a menudo
Daniel era ese tipo de hombres entregado por completo a su oficio. Era lo suficientemente ambicioso como para dejar descuidada a la pobre Cassandra en uno que otro momento, olvidándola por completo en un hotel o tras la pantalla de su computador. Ella ya no lo soportaba.
- Yo lo quería, ciertamente. Era ese tipo de niñas que caían fácilmente bajo el aroma de una rosa tomada de la mano de un hombre de sonrisa Colgate. Lo amaba a pesar de su terrible alergia a las nueces ¡a mi me encantaban!
Cassandra dejó muchas cosas atrás por vivir con aquél hombre que alegraba todas sus noches y mañanas hasta que luego de un par de años la historia de todos los días comenzó a hacérsele aburrida: su trabajo, las “reuniones” del buffet a las 8pm, sus incontables “favores” (“¡Hola, mi amor! Necesito que imprimas esto, por favor. Lo necesito para mañana a primera hora”), su olvido, el puto sonido del inhalador cada vez que se molesta con ella o cuando piensa en “hacerle el amor” (- sexo –confirma Cassandra- ni siquiera eso: se masturba conmigo) aún sin la autorización de ella, su poca (nula) “pasionalidad”.
Un día, Cassandra tomaba una ducha cuando escuchó el inhalador cerca de sí misma y, al instante siguiente, Daniel estaba detrás de ella pegándola contra la pared de enfrente.
- Hola preciosa. Te faltó limpiarte aquí. –Y comenzó a besarle el cuello
Incluso cuando se aparecía así de repente le era detestable: sus rudas caricias, sus besos con olor a infinidades tipos de saliva, su forma de lanzarla contra al piso, penetrarla como un hombre de las cavernas sin pensar en ella realmente un momento y derramar su semen en su cara sin provocar en ella la reacción de abrir la boca siquiera.
- Mi vida necesito que me hagas un favor: ve mañana a la librería y compra más resmas de papel. Necesito imprimir unos cuantos informes, ¿si? Por cierto prepara el café un poco más cargado en la mañana, debo permanecer despierto porque tengo una junta en la tarde.
E inmediatamente se fue del baño dejándola sola limpiándose la cara bajo la ducha.
- Sí… definitivamente lo odio.
Quizás en algún momento Cassandra quiso a su novio, su hombre, su esposo, pero el “amor” que él le prodigaba no era el tipo de amor que ella deseaba. Quizás sólo lo soportaba por honor a ese cariño que alguna vez existió entre ellos.
- ¡Para eso mejor se hubiese casado con una secretaria! –decía ella cerrando la llave de la ducha.
Al día siguiente Cassandra solamente esperaba sentada frente a la mesa la oportunidad de acabar con su fastidio. Daniel tomó su taza de café sentándose frente a ella y su plato de panquecas ya servidas.
- Buenos días, preciosa. Recuerda lo de la librería ¿si? En verdad necesito las hojas… Por cierto huele muy bien este café. Hmm… Y sabe excelente. Aunque algo extraño… ¿le pusiste coco?
- Sí –responde ella- se llama Hawaiian Hazelnut. Busqué la receta en internet pero tuve que cambiar un ingrediente que no había encontrado.
- ¿Ah sí? ¿Cuál? –le pregunta Daniel mientras se come su desayuno y toma de su café.
- Avellanas. Le puse nueces para seguir un poco con la versión original del Hawaiian y porque la vecina me regaló algunas el otro día.
Él empalideció de pronto. ¡¿Nueces?! Salió corriendo a la habitación buscando el inhalador mientras el pánico y la falta de respiración lo alteraban.
- ¡¿Dónde está?! –escuchó Cassandra aún en la cocina tomándose su café.
Daniel cayó de pronto al suelo: la falta de aire produjo en él un desmayo y calambres que sacudían ligeramente su cuerpo. Cassandra lo veía desde la cocina jugando con la taza de café en sus manos. ¿Era una asesina por haber escondido su inhalador?
- No. Solamente olvidó buscarlo debajo de la almohada. Siempre lo guarda allí cuando va a masturbarse conmigo antes de dormir.
Ella tomó su celular y llamó “alterada” al hospital más cercano para que les enviara una ambulancia lo más rápido posible.
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